Desde Santiago a San José en la comuna de Catemu fue el viaje que realizó Mónica Arévalo a sus 51 años de edad. Un destino que cumpliría el sueño de toda su vida: tener una parcela y producir sus propios alimentos. Hoy, luce agradecida al mirar su predio, pues rememora hacia su niñez y asume con orgullo que su destino era trabajar la tierra.
“Yo trabajé muchos años en Santiago, encerrada 28 años en una pieza. Trabajaba todos los días, fines de semana, festivos y feriados, así es la vida de las modistas. Acá no, trabajo con alegría, me encanta ver mis árboles crecer, que den fruta, para mí es maravilloso y trató de ocupar las más horas de luz de día posible”, relata Mónica.
Sin embargo, sabía que la tarea no era fácil. Desde pequeña vio como sus tíos, donde ella vacacionaba desde niña, aplicaban ‘quitamalezas’ u otros químicos a los cultivos. Si bien en un comienzo lo hizo en su predio, un día desistió de hacerlo. “No tenía dinero para comprar venenos caros, así que me metí a internet y busqué recetas naturales. Iba a cada curso, charla y taller que me proponían, tenía ganas de aprender a producir limpio”, enfatiza.
Con ese entusiasmo, no tardó mucho en que los profesionales del Programa de Desarrollo Local (PRODESAL) Catemu fijaran sus ojos en ella como una potencial líder para el Núcleo de Aprendizaje Participativo (NAP) que centro Ceres buscaba. Es así, como durante 2018, acepta el desafío, ingresando a las filas de los extensionistas comunitarios en el marco del proyecto CONICYT I+D “Reducción de la incidencia y severidad del daño causado por enfermedades en hortalizas de importancia regional mediante interacciones benéficas entre especies en sistemas de policultivos bajo manejo ecológico: lechuga y repollo”.
“Cambiar ha sido favorable para mí, porque he logrado tener más productos y todos limpios. La gente lo sabe, se da cuenta cuando vamos a la feria, pese a que aún hay personas que no lo aceptan y no me creen. Por lo mismo, yo les cuento que hay cosas ecológicas que les pueden servir igual, para que produzcan mejor”, reflexiona la lidereza del NAP Catemu. Y agrega que el diálogo durante las jornadas que reunieron a varios pequeños agricultores y vecinos suyos fueron interesantes, donde pudo compartir sus saberes con otros y profesionalizar el trabajo que realiza en su campo. Mónica mira hacia el futuro y sabe lo que quiere: continuar bajo un modelo de producción sostenible y armar una canasta con una diversidad de productos agroecológicos. Cuenta con el apoyo de su familia y amigos, sabe que será una ardua tarea, sin embargo, enfatiza en el poder que tiene intercambiar saberes: “Para mí, el conocimiento es riqueza y, durante este último tiempo, he aprendido mucho, ahora mi compromiso es pasárselo a otra gente y siempre decirles que sí se puede”.