Bajo la coordinación del programa Manejo Territorial de Insectos (MTI) de centro Ceres y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), se realizó  nuevamente la instalación de tres ensayos de cultivos de repollo, cuyas características son similares en materia de plantación y mantención que desarrollan los agricultores en sus predios. Lo anterior, con el fin de iniciar la fase final de investigación del proyecto CONICYT I+D Ciencia y Territorio 2019 “Diseño y validación de estrategias para la reducción del daño económico causado por Bagrada hilaris en brásicas, mediante unidades de biodiversidad funcional tipo push – pull, orientadas a la pequeña horticultura de la región de Valparaíso”.

La iniciativa comprende en el tratamiento de los ensayos la restricción completa en la utilización de agroquímicos, además de considerar una nutrición de suelo mediante la incorporación de compost o humus, lo que se suma a la integración de los saberes campesinos en la elaboración de planes de limpieza y riego del sistema productivo.

“Lo que nosotros estamos haciendo distinto en el manejo de plagas, para el caso de chinche pintado (Bagrada hilaris), es eliminar el uso de insecticidas químicos para su control, procurando mantener el rendimiento final del cultivo. A la fecha, hemos tenido buenos resultados, gracias al equilibrio en las poblaciones de insectos que han aparecido en los cultivos”, aseveró la directora del proyecto, la Dra. Marta Albornoz.

Es así, como a través de esta investigación, el programa MTI ha puesto su norte en diseñar una estrategia de manejo para chinche pintado, apuntando hacia el equilibrio entomológico, donde sean otros insectos lo que regulan las poblaciones dañinas. Para ello, han implementando una serie de unidades de biodiversidad funcional tipo push and pull, , reduciendo el daño económico que ésta produce.

“El método push and pull incorpora plantas banco asociadas con otras especies vegetales repelentes, conformando unidades de biodiversidad funcional dentro de un sistema de producción agrícola. De esta manera, las plantas banco son usadas como refugio para enemigos naturales y, al mismo tiempo, desplaza a las plagas hacia otros recursos más atractivos distintos a los cultivos. A su vez, las plantas repelentes emanan olores que confunden al chinche pintado, limitando su acceso al cultivo de preferencia y desplazándolo hacia el exterior del sistema”, explica la Dra. Albornoz.

Este tercer ciclo de ensayos   contempla una duración aproximada de cinco meses, cuya supervisión se realiza de manera constante y en la que se evalúan diferentes variables cada 15 días. En ésta, Camila González, Constanza Oyarce y Francisco Carvallo, profesionales de MTI y parte del equipo de investigación del proyecto, desarrollan un manejo del cultivo bajo lineamientos similares a los que emplean los agricultores en sus predios. Lo anterior, implica una rigurosidad en el crecimiento de las plantas, observar su vigor y sanidad, monitoreando la incidencia y severidad de Bagrada hilaris, considerando además entre sus tareas, un seguimiento de la entomofauna presente en las unidades de biodiversidad funcional  a través de trampas cromáticas y de feromonas.

“La rigurosidad científica que involucra este proyecto, implica reducir los errores lo máximo posible, lo que ha significado un crecimiento profesional muy interesante y que también me satisface enormemente, al considerar que esta iniciativa busca soluciones para generar una transición a una agricultura respetuosa con el medioambiente y los seres vivos, mediante una base ecológica libre de agroquímicos”, enfatiza Constanza Oyarce, asistente de investigación.

Una vez finalizado este proceso, los investigadores esperan tener resultados más concretos que serán compartidos con campesinos y campesinas que integran los Núcleos de Aprendizaje Participativo (NAPs), asentados en la comuna de Quillota, Calle Larga y Llay Llay.

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